LA GRACIA DE DIOS PRODUCE EN NOSOTROS UNA RESPUESTA POSITIVA A SU LLAMADO
“¿Qué, pues, diremos?
¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera”
(Romanos 6:1-2ª). Lo que el apóstol está preguntando es que quienes perseveran
en pecado, ¿lo hacen para ser merecedores de mayor gracia? El diccionario define
Perseverar como Continuar con constancia lo que se ha empezado…Es decir, pecar
con constancia, y constancia es perseverancia, o sea, no detenerse en dejar de
pecar… Y el apóstol nos da la respuesta de inmediato: “En ninguna manera”!...
En Tito 2:11-15 nos da una cátedra de qué es la Gracia: “Porque la gracia de
Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos,
vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la
esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y
Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos
de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas
obras. Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te
menosprecie”.
Primero, para qué es la gracia?... Para salvación de todos los
hombres (genérico). Segundo, qué nos enseña. A renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos. Tercero, qué produce? Que vivamos sobria, justa y piadosamente
aguardando la esperanza. Volvemos al pasaje original: ¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde?... No! En palabras sencillas gracia es un favor
inmerecido de parte de Dios para justificación. Es decir, Dios nos ve
justificados, PERO, a través de Jesucristo. En palabras de Lutero: La
justificación ocurre por -sola gratia- sin ningún mérito de parte del hombre al
que solo se pide la fe… Spurgeon dijo: “si Dios me salva de nada, entonces yo
le pertenezco a Él por siempre y siempre. Si Él me perdona cada uno de mis
pecados, simplemente porque creo en Jesús, entonces yo odiaré todos los
pecados, y huiré de ellos”. La gracia produce en nosotros arrepentimiento, y la
firme decisión de dejar de pecar. El apóstol luego de decir un tajante “NO” a
permanecer en pecado para que la gracia abunde, explica el por qué: “Porque los
que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:2b).
Dice Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. En
conclusión, Dios me salva por sola gracia, y esto produce muerte al pecado, y si
hemos muerto al pecado, es porque sobreabundó la gracia. Hace un par de días
predicaba acerca de la “justicia mayor de Jesucristo”… Esto quiere decir que
antes el pueblo debía estar sujeto a la ley, y trasgredir la ley era
penalizado… Con Jesucristo, ahora, estamos bajo la gracia, pero la justicia
bajo la gracia es mayor. Él dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos... pero yo os digo”. Recuerdo el caso de la mujer que fue
sorprendida en el acto mismo del adulterio y fue llevada a Jesús. Lo que a nosotros pareciera ser un
pecado grande, o la sobreabundancia de pecado (énfasis en “Lo que a nosotros”)
para Jesús fue diferente. Él la miró con compasión, y en ella sobreabundó la
gracia, y eso trajo un cambio de actitud, un giro de 180 grados, abandonar por
completo el pecado.
Ahora,
si abandonamos esa vieja vida pecaminosa, se produce en nosotros un hambre por
su presencia… y una de las
cosas que produce la presencia de Dios es la necesidad de mantenernos en
santidad. Y una cosa lleva a la otra. Si buscamos el rostro de Dios y tenemos
intimidad con el Espíritu Santo, se produce en nosotros la convicción de
pecado. El profeta Isaías estando en la presencia de Dios tuvo una visión de la
Shekhiná, la gloria de Dios. “Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo
de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto
mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5).
Una vez que el profeta reconoció su situación y se arrepintió de su pecado,
Dios perdona su pecado, limpia y restaura. “Y
voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido,
tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He
aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”
(Isaías 6:6-7).
Inmediatamente,
y como consecuencia de vivir en su presencia y estar limpio de pecado, Dios nos
comisiona. “Después oí la voz del Señor,
que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” (Isaías 6:8a).
No podemos permanecer en su presencia y no sentir a Dios comisionándonos a
llevar las buenas nuevas, pero esto último requiere una decisión de parte
nuestra… “Entonces respondí yo: Heme
aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8b).
Comentarios